jueves, mayo 20, 2004

Plagios y anacronismos del Antiguo Testamento

El Antiguo Testamento es un conjunto de una cuarentena de libros según el canon católico.
Recoge la historia y creencias del pueblo hebreo aglutinado en la nación de Israel, y que apareció en Palestina hacia el sigo XIII A.C.

Las investigaciones han demostrado que buena parte de estos libros son el producto de un largo proceso de elaboración durante el cual se fueron actualizando documentos antiguos, añadiéndoles datos nuevos en función del talante e intereses de los nuevos autores o recopiladores.

Debido a este proceso es muy común encontrar en el antiguo testamento anacronismos tan sonados como el libro de Isaías, profeta del siglo VIII A.C., donde aparecen relatos que pertenecen al siglo VI A.C. (dado que se nombra al rey persa Ciro); la imposible relación de Abraham con los filisteos (Gen 21, 32) cuando ambos estaban separados aún por muchos siglos de historia; el atribuir a Moisés un libro como el Deuteronomio que no se compuso sino hasta el siglo VII A.C.; el denominar Yaveh al Dios de Abraham cuando este nombre sólo será revelado a Moisés mucho más tarde según la misma Biblia (Ex 6), y la lista sigue. Si el lector quiere profundizar más sobre este tema, consulte la bibliografía que acompaña a este documento.

La iglesia católica sostiene que todos los libros de las sagradas escrituras han sido inspirados por Dios. ¿Cómo compaginar un Dios omnisapiente con esta lista de anacronismos? Y eso sin hablar de las grandes falencias del libro del Génesis en su intento por explicar la creación del hombre y el universo que le rodea. Si bien, nuestra ciencia actual no puede explicar aún al detalle el origen de la vida y la creación de la tierra, las evidencias científicas van en total contravía con lo que expresa el Génesis. Por ninguna parte se habla en este libro del Big Bang, y de la posterior evolución electro-química que originó la creación de los primeros microorganismos, que a su vez, al evolucionar, se convirtieron en organismos cada vez más complejos hasta llegar al estadio evolutivo que es el hombre actual.

Las inexactitudes del Génesis en lo que tiene que ver con la creación del universo que conocemos a la luz de las investigaciones científicas actuales son sólo la punta del iceberg. La iglesia aduce que si Dios hubiera hablado con la verdad tal como hoy la conocemos, nadie hubiera entendido. Había entonces necesidad de utilizar metáforas para explicar cosas que sólo hasta este momento se pueden medio entender. Considero que para todos es evidente que Dios hubiera podido decir lo que quisiera acerca de la creación del universo y cualquier creyente lo aceptaría como valedero, ¿porqué entonces arriesgarse a que hoy se ponga en duda su infabilidad? ¿Qué puede uno pensar de un Dios que es incapaz de explicar como creó el universo? Es interesante resaltar que sólo hasta el 22 de octubre de 1996 el papa Juan Pablo II en su mensaje a la Academia Pontificia de Ciencias, sostenía que entre los monos ancestrales y los seres humanos modernos había una “discordancia ontológica”, un punto en el cual Dios inyectó un alma humana en una estirpe animal. De este modo, la iglesia puede resignarse a la teoría evolutiva.

Podríamos extendernos en este tema, ya bastante conocido y discutido. Pero existen otros menos conocidos que terminan dando muy poca credibilidad al Antiguo Testamento. Por ejemplo, la historia de Moisés (1000 A.C. – 1200 A.C. aproximadamente), salvado de las aguas, no es ni de lejos una historia singular u original de las sagradas escrituras. Mucho antes de él ya eran populares en la tradición de los pueblos antiguos historias prácticamente iguales: el rey sumerio Sargón de Akkad (2334 – 2279 A.C.) al nacer fue depositado en una canasta y abandonado a su suerte en las aguas del río Eufrates, de allí fue rescatado por un humilde aguador que lo crió hasta que el rey encontró cuál era su destino. Otros hombres célebres de la antigüedad comparten esta misma leyenda: Krisna, Rómulo y Remo, Perseo, Ciro, Habis, entre otros. ¿Casualidad o plagio?

Otro caso, es el del diluvio universal. Este episodio del Antiguo Testamento es idéntico a una antigua leyenda sumeria conocida como “El ciclo de Ziusudra”.

El profesor Federico Lara, experto en historia antigua, resume el “Ciclo de Ziusudra” de la siguiente forma: “Los dioses deciden acabar la humanidad debido a las muchas culpas cometidas por esta. Sin embargo, un dios, Enki, advierte al rey Ziusudra Shuruppak de lo que se avecinaba, ordenándole la construcción de una nave para que pudiera salvarse con su familia junto a animales y plantas de toda índole. Vino el diluvio dejando a la tierra inundada en barro y exterminada todo tipo de vida a excepción de los habitantes del arca. Luego de siete días y siete noches, pudo por fin el rey Ziusudra salir a tierra firme donde realizó un sacrificio a los dioses en acción de gracias.” O el Dios que “inspiró” el antiguo testamento tiene muy poca imaginación y volvió a crear otro diluvio con una historia exacta o esto es un simple plagio.

Y la verdad os hará libres

La Biblia es sin duda un libro muy singular. Basado en él se ha creado uno de los estados más poderosos que haya conocido la humanidad: El Vaticano. Es un estado sin ejercito pero no lo necesita, ya que ningún otro estado del planeta osa siquiera enfrentarlo. Aparentemente no posee un lugar físico con fronteras como tienen los otros estados pero tampoco lo necesita. El Vaticano es tan poderoso que en realidad no tiene frontera ya que se encuentra inmerso en cada uno de los otros estados independientemente de su color político o religioso. Aunque en teoría no tiene una política tributaria sus finanzas ya las quisieran tener muchos de los otros estados y su estrategia de recaudo es tan eficaz que incluso el más pobre de sus súbditos es feliz aportando voluntariamente a su estabilidad económica.

Y como dije al principio, el fundamento de este estado es La Biblia. Bueno, en realidad ni siquiera es así, porque aunque ellos mismos pregonan que ésta es la palabra de Dios, no han tenido ningún inconveniente para tergiversarla a su antojo con tal de justificar sus actos.

No me considero ateo. Simplemente no creo en la iglesia católica ni en sus rituales ni mucho menos en sus representantes (llámense sacerdotes, obispos, arzobispos o papas). Pero sí creo en la existencia de un ser supremo. Aún no sé si creo por los rezagos de mi entorno cultural, o por mi asombro al saber (después de mucho leer e investigar) lo infinitamente maravilloso que es este universo y su logro más portentoso: la vida.

En todo caso, quizás mi imagen de ese ser sobrenatural llamado Dios, se parece muy poco a la que la mayoría de seres católicos tienen. Para mí, Dios no es un ser con barba blanca y túnica resplandeciente que habita en los cielos y gobierna nuestras vidas, castigando a los que no siguen sus preceptos y que “dará vida eterna” a los que los siguen sus mandatos. En realidad considero muy simplista esta visión de un Dios omnipresente y omnipotente. No encaja con mis conocimientos del universo y es hasta contradictorio en sí mismo: por un lado, este Dios omnipotente declara en la Biblia que “no se mueve ni una hoja sin que Dios no lo desee”, pero por otra, nos juzga por nuestros actos, sobre los cuales, según la anterior aserción, no tenemos ningún control.

Desde temprana edad era para mi evidente lo poco creíble que resultaban algunos pasajes bíblicos, pero la cultura en la cual crecí, niega cualquier posibilidad de análisis. La religión católica parece haber inventado la regla “PROHIBIDO PENSAR”.

La Biblia está llena de contradicciones, algunos pasajes son inverosímilmente absurdos. Sin embargo, con este libro se ha venido manipulando a la mayoría del mundo occidental por más de dos milenios. Millones de vidas han sido afectadas de una u otra forma a través del tiempo por el culto católico. Pero muy pocos se han detenido a pensar y a analizar con verdadera seriedad la Biblia. ¿Quiénes la escribieron? ¿En qué condiciones? ¿Cómo se decidió su contenido? ¿Quiénes decidieron su contenido? ¿En qué se basaron? ¿Qué motivos tenían para hacerlo?

La iglesia católica ha manipulado a la Biblia de una manera a veces tan descarada y burda en pro de sus intereses que la verdad quizás nunca pueda ser descubierta, y siendo la verdad algo relativo, talvez no exista en ninguna parte, pero en el proceso racional de su búsqueda podemos alcanzar cotas de libertad que nos alejen de la servidumbre a la que la mentira y la hipocresía intentan someternos en su intrínseco esfuerzo por moldearnos como creyentes acríticos.

Estos escritos son simplemente pura reflexión, sin ninguna pretensión más. No intento convencer a nadie de nada, ni atacar a nadie, aunque sin duda la iglesia católica se sentirá atacada. Simplemente trataré de exponer de manera sencilla lo que he venido descubriendo a través de lecturas autodidactas que he venido realizando. No he descubierto nada nuevo. Decenas de investigadores infinitamente más autorizados que yo ya han publicado trabajos científicos que literalmente dinamitan los documentos básicos del cristianismo.

Curiosamente, mi principal fuente de datos es la misma Biblia. El máximo enemigo de los dogmas católicos reside en las propias Escrituras, ya que estas, como veremos, los refutan a simple vista. A pesar de que la iglesia católica ha manipulado las escrituras para justificar sus dogmas, dicha manipulación ha sido generalmente tan burda que los investigadores experimentados han podido demostrar claramente el verdadero origen de los escritos. El contenido de los documentos bíblicos obedece siempre a necesidades político-sociales y religiosas concretas de la época en que aparecieron. Se escribieron en tiempos casi siempre identificables, por sujetos con intereses claramente relacionados con el contenido (tratándose a menudo de personas y épocas diferentes a las que son de fe), y han sido el resultado de múltiples reelaboraciones, añadidos, mutilaciones y falsificaciones en el transcurso de los siglos. En pocas palabras, en mi concepto, no hay la más mínima posibilidad de que Dios tuviese algo que ver con la redacción de las escrituras. Ahora bien, si es cierto que la Biblia es “palabra de Dios”, entonces la iglesia católica, al falsearla y contradecirla está traicionando directamente la voluntad de Dios, al tiempo que mantiene un engaño monumental que pervierte y desvía la fe de sus fieles.

¿Porqué hasta ahora se empieza a hablar de este engaño? La iglesia católica ha ejercido un poder casi sublime sobre la Biblia. Durante dieciocho siglos mantuvo la prohibición de traducir las escrituras a idiomas diferentes del griego y el latín, bajo pena de prisión perpetua, y sólo podían hacerlo traductores autorizados por el clero. De tal manera que la Biblia sólo podía ser leída por una escasa minoría que supiera griego y latín. En el siglo XVI Martín Lutero, desafiando a la iglesia, la tradujo al alemán. La primera Biblia en español se imprimió en la última década del siglo XVIII. La investigación realizada por avezados científicos a lo largo de estos dos últimos siglos ha venido tomando poco a poco fuerza a medida que la misma iglesia católica se ha ido desautorizando ante sus mismos fieles con sus actitudes poco coherentes con lo que predican. El temor a Dios, y a sus “representantes” en la tierra, y una fe ciega por parte de los fieles dejan poco espacio a la reflexión y al razonamiento. Por ello, considero importante difundir el resultado de estas investigaciones. Como bien lo dice la propia Biblia, «la verdad os hará libres» Jn 8, 32.

miércoles, mayo 19, 2004

Breve manual de genética

Me gusta mucho el tema de la genética, sin embargo, soy consciente de lo difícil que puede llegar a ser este tema para cualquiera que desee incursionar en el. La terminología es abrumadora, por no hablar de su complejidad. Tratando de ayudar a aquellos que deseen "meterse" en este fascinante tema, he creado este pequeño ¿manual? de genética... espero que sirva para el propósito que fue creado.

El genoma humano es el conjunto de todos los genes humanos. Consta de 23 pares de cromosomas. Cada cromosoma está numerado aproximadamente por orden de tamaño, desde el más grande -el número 1-, al más pequeño -el número 22-. El par restante corresponde a los cromosomas sexuales: dos grandes cromosomas X en las mujeres, un X y un pequeño Y en los hombres. En tamaño, el X se sitúa entre los cromosomas 7 y 8, en tanto que el Y es el más pequeño.

El número de cromosomas de una especie no es significativo, como no lo es el tamaño de un libro. Un libro no es mejor que otro porque es más grande. Por ejemplo, nuestros parientes más cercanos, los simios tienen más cromosomas que nosotros.

Los genes de un tipo o función similar no se encuentran necesariamente en el mismo cromosoma.

El cuerpo humano contiene aproximadamente cien billones de CÉLULAS, la mayoría de las cuáles tiene un diámetro de menos de una décima de milímetro. Dentro de cada célula hay un corpúsculo negro llamado NÚCLEO. Dentro del núcleo se encuentran dos series completas del GENOMA humano -excepto en los óvulos y en los espermatozoides, que tienen cada uno una copia, y los hematíes, que no tienen ninguna-. Una serie del genoma procede de la madre y otra del padre.

En principio, cada serie comprende los mismos treinta mil a ochenta mil genes en los mismos veintitrés cromosomas. En la práctica, existen a menudo pequeñas y sutiles diferencias entre las versiones paternas y maternas de cada gen, diferencias que explican, por ejemplo, los ojos azules o castaños. Cuando procreamos transmitimos una serie completa de nuestro genoma, pero sólo después de intercambiar fragmentos de los cromosomas paternos y maternos en un proceso llamado RECOMBINACION.

En este punto es importante resaltar que en cada una de las células se hayan dos copias del genoma (con la excepción ya explicada de los óvulos y los espermatozoides). En esto radica la gran complejidad de la medicina genética: si por ejemplo, los análisis dicen que una persona puede sufrir el mal de Parkinson debido a una falla genética, el “arreglo” debería hacerse en cada una de las células de esa persona. Un ser humano tiene alrededor de cien billones de células, para no hablar de las posibles repercusiones de segundo orden, es decir, efectos secundarios que pudieran presentarse. El genoma es un libro que contiene la receta para hacer un sinnúmero de cosas. Dependiendo de la célula donde se encuentre y de acuerdo a ciertas condiciones se activan o desactivan procesos genéticos. Por ejemplo, en los genomas que se encuentran en el hígado se activan los genes que permiten crear la bilis, pero incluso esta se genera de acuerdo a ciertas condiciones dictaminadas por factores externos. Seguir la huella de los efectos que un gen pudiera ocasionar puede ser sumamente complicado incluso ayudándose de los computadores. Simplemente es cuestión de analizar: en cada célula hay cerca de treinta y ocho mil genes y existen más o menos cien billones de células. Las interrelaciones entre esta enorme cantidad de genes es infinita.

El genoma se parece mucho a un libro:

* Tiene 23 capítulos llamados CROMOSOMAS
* Cada capítulo contiene varios miles de historias o subcapítulos llamados GENES
* Las historias se forman con párrafos llamados EXONES
* Los anuncios o trozos de información que no es relevante en cada historia se llaman INTRONES
* Los párrafos (EXONES) se componen con palabras llamados CODONES.
* Las letras que componen un párrafo se llaman BASES

Hay mil millones de palabras en el libro, algo así como ochocientas biblias. Si se leyera el genoma a razón de una palabra por segundo durante ocho horas diarias, se tardaría un siglo. Es pues, un documento gigantesco, una fórmula de longitud desmesurada, y todo él cabe dentro del núcleo microscópico de una célula diminuta que a su vez cabe holgadamente en la cabeza de un alfiler.

Comparar al genoma con un libro no es una metáfora. Es literalmente cierto. Un libro es una pieza de información digital, escrita en forma lineal, unidimensional y unidireccional, con un alfabeto específico, agrupado en palabras que forman un léxico con significados. Igual ocurre con el genoma. Sólo que a diferencia de nuestros libros, el genoma contiene partes que se leen de izquierda a derecha y otras que se leen de derecha a izquierda. Nuestro léxico contiene palabras de longitud variable con un alfabeto de 28 letras. En el genoma todas las palabras son de tres letras, con un alfabeto de cuatro letras: A, C, G y T (Adenina, Citosina, Guanina y Timina).

¿En dónde está escrito este libro? En vez de utilizar páginas planas, el genoma está escrito en largas cadenas de azúcar y fosfato llamadas moléculas de ADN. Las letras del genoma (bases), se unen al ADN como peldaños laterales. Cada cromosoma está constituido por un par de larguísimas moléculas de ADN. Si se colocaran extremo con extremo y bien estirados todos los cromosomas de una única célula abarcarían casi dos metros. Haciendo lo mismo con todos los cromosomas de todas las células de un cuerpo abarcarían cerca de ciento sesenta mil millones de kilómetros (unos seis días luz).

El genoma es un libro muy inteligente, porque en condiciones adecuadas puede fotocopiarse y leerse a sí mismo. Este proceso de conoce como REPLICACIÓN. Al proceso de lectura a su vez, se le llama TRADUCCIÓN.

La REPLICACIÓN se efectúa gracias a una ingeniosa propiedad de las cuatro bases: A gusta de emparejarse con T y C con G. Así, un filamento completo de ADN puede copiarse a sí mismo ensamblando bases T frente a todas las A y bases G frente a todas las C. De ahí, la famosa hélice del filamento original de ADN entrelazado con su copia complementaria. Por lo tanto, si se hace una copia del filamento complementario, se obtiene una copia del original. Así, la secuencia ACGT se convierte en TGCA en la copia, que se vuelve a transcribir como ACGT en la copia de la copia. Esta es la forma como el ADN logra replicarse indefinidamente sin perder su información.

La TRADUCCION es más complicada y muy necesaria para poder ejecutar las instrucciones del código genético. Una cosa es copiar un libro, otra muy distinta es entenderlo y hacer algo con sus instrucciones. En primer lugar, el texto se copia por el mismo procedimiento de aparejamiento de bases pero esta vez la copia no está hecha de ADN, sino de ARN, una sustancia química ligeramente diferente. Una de esas diferencias es que en el ARN la T del ADN es una U de urácilo. Esta copia de ARN se denomina ARN MENSAJERO. Este ARN MENSAJERO es objeto de un proceso de depuración donde se eliminan sus intrones (información no relevante -la publicidad en nuestro genoma). El resultado es como una copia temporal depurada del ADN original.

Luego de esta depuración el ARN MENSAJERO es acogido por una máquina llamada RIBOSOMA. Esta recorre el ARN MENSAJERO traduciendo cada CODON (palabra) de tres letras en una letra de un alfabeto distinto, formado de veinte aminoácidos. Cada aminoácido es transportado por una versión diferente de una molécula llamada ARN DE TRANSFERENCIA. Cada aminoácido se une al último para formar una cadena en el mismo orden que los CODONES. Cuando el mensajero ha sido traducido del todo, la cadena de aminoácidos se pliega de una forma característica que depende de su secuencia. El resultado es una PROTEÍNA.

Casi todo lo que hay en un cuerpo, desde el pelo hasta las hormonas, es proteína o es fabricado por ellas. Cada proteína es un gen traducido. Es más, las reacciones del cuerpo están catalizadas por proteínas llamadas ENZIMAS. Incluso la elaboración, la copia, la corrección de errores y el ensamblaje de las propias moléculas de ADN y ARN -la replicación y la traducción-, se realizan con ayuda de proteínas. Las proteínas también son responsables de activar y desactivar los genes. Cada gen se activa en una parte distinta del cuerpo.

Cuando los genes se replican a veces se presentan errores. En ocasiones se pasa por alto una letra (base) o se cambia por otra. Esto puede ocurrir incluso con palabras o párrafos enteros, los cuales también pueden sufrir inversiones. Esto es lo que se conoce como MUTACIÓN. Algunas mutaciones son inocuas debido a que gran parte de los codones (palabras) al ser traducidos a aminoácidos comparten el mismo significado (existen sesenta y cuatro codones y sólo veinte aminoácidos a los cuáles pueden traducirse), pero así mismo, existen mutaciones que resultan fatales y son causantes de graves enfermedades o deficiencias.

Ahora bien, no se puede generalizar en los conceptos expresados aquí. Toda regla tiene su excepción. Veamos:

· No todos los genes habitan en los 23 cromosomas, algunos lo hacen en unas estructuras pequeñas que existen en las células llamadas mitocondrias.
· No todos los genes existen en el ADN. Existen virus que utilizan ARN.
· No todos los genes son recetas de proteínas. Algunos se convierten en parte de ribosomas o en ARN de transferencia.
· No todas las reacciones están catalizadas por proteínas llamadas enzimas. Algunas lo están por ARN.
· No todas las proteínas proceden de un solo gen, algunas se forman a partir de varias recetas.
· De los sesenta y cuatro codones de tres letras tres de ellos no se traducen a aminoácidos. Son simplemente una señal de STOP.
· No todo el ADN está formado por genes. Una gran parte es en realidad un revoltijo de secuencias sin sentido que se repiten aleatoriamente pero que rara vez o nunca se traducen. Es el llamado gen egoísta. Algo así como residuos que han quedado allí producto de la evolución que ha sufrido el genoma a través de su historia.

Algunos autores consideran el genoma como una autobiografía del género humano. En él se encuentran rastros del proceso evolutivo que ha determinado nuestra existencia actual. En nuestro genoma se hallan genes que no han cambiado mucho desde las primeras criaturas unicelulares que poblaron el lodo primitivo. Otros genes se desarrollaron cuando nuestros ancestros eran como gusanos. Otros debieron haber aparecido cuando nuestros antepasados eran peces. Hay genes que existen en su forma actual debido simplemente a las recientes epidemias de enfermedades. Se puede leer la historia de las migraciones humanas de los últimos miles de años. Desde hace cuatro mil millones de años hasta hace sólo unos cientos, el genoma ha venido registrando los momentos importantes de nuestra evolución a medida que ocurrían.

La otra revolución

"Ojalá vivas tiempos interesantes"

- Vieja maldición china

Me ha tocado la fortuna vivir en un momento crucial de nuestra humanidad. Nunca antes el ser humano se había visto tan abrumado de tecnología, conocimientos y revoluciones de tan grandes escalas como las de nuestro tiempo. Frente a nosotros, y casi sin que nos demos cuenta, se están desarrollando dos revoluciones que cambiarán de manera radical nuestra forma de actuar, pensar y vivir: la primera ya es lugar común en nuestras vidas, tanto, que algunos pensamos, ¡Cómo era posible vivir sin ella antes! Se trata de la Internet. Su magia y las posibilidades que encierra aún no ha sido posible valorarlas en toda su dimensión. ¿Cómo hacerlo si incluso cada día parece que se renovara y tuviera matices diferentes? De este tema hablé ya en otro artículo.

En esta ocasión, quisiera dedicar unas palabras a la otra gran revolución. Se trata de una revolución más "callada", una ante la cual la mayoría de seres humanos ni siquiera se han percatado que existe. Quizás por su índole más científica. Nos hemos acostumbrado tanto a los descubrimientos de nuestra ciencia que este parece ser simplemente otro más. Sin embargo, las repercusiones de esta otra revolución serán quizás más profundos que los de la misma internet, porque tocan nuestro más íntimo secreto, nuestro propio ser. Esta otra revolución pretende responder nuestra más vieja incógnita: ¿Qué somos?

La ingeniería biogenética se ha anotado el punto más alto en conocimientos de nuestra humanidad. Ha logrado, gracias a la colaboración de miles de científicos de todo el mundo, descifrar completamente el genoma humano. Su contenido se encuentra ahora registrado y distribuido por internet para todos aquellos que quieran leerlo. Ahora se pueden bajar de internet las instrucciones casi completas de cómo construír y hacer funcionar un ser humano.

Y la revolución ha sido veloz. Ha sido una carrera espeluznante en pro del bien público. Una historia poco conocida pero interesante. Dos bandos se disputaban el galardón del genoma humano. Por un lado, los científicos que integraban el Proyecto Genoma Humano y estaban apoyados con fondos públicos del gobierno de Estados Unidos. En 1998 este proyecto predecía que aún tardarían siete años para leer el código completo y en ese entonces apenas habían alcanzado a leer el diez por ciento.

En la otra esquina se encontraba un científico brillante, Craig Venter, que trabajaba para el sector privado. De un momento a otro anunció que finalizaría el trabajo para el año 2001 y por una pequeña porción del coste: menos de doscientos millones de dólares.

No se trataba de un fanfarrón. Venter ya había realizado antes este tipo de amenazas y tenía la costumbre de cumplirlas. En 1991 había descubierto una forma de descubrir genes humanos cuando todos decían que era imposible. En 1995 le hizo una propuesta al gobierno para que le subvencionaran una investigación para cartografiar el genoma de una bacteria utilizando una nueva técnica conocida como "shotgun" que rompe el genoma en miles de fragmentos y luego determina la secuencia exacta de las "letras". El gobierno respondió que eso no funcionaría jamás. Para cuando llegó la notificación, Venter ya lo había logrado.

De modo que sería absurdo apostar contra Venter otra vez. Y se inició la carrera. Si Venter ganaba, la licencia de uso de toda esta tecnología iba a ser propiedad privada. Así que el proyecto público se refinanció y se pusieron objetivos más acuciantes: para el 2000 deberían tener ya un borrador. Venter se colocó la misma meta. Y perdió.

El 26 de junio de 2000, el presidente Bill Clinton anunció que se tenía el primer borrador completo del genoma humano. Un hito histórico y sorprendente de la humanidad: la primera vez en la historia del planeta que una especie ha leido su propia receta.

Y es que el genoma humano no es más que un manual de instrucciones para construir y hacer funcionar un ser humano. En su interior se ocultan miles de genes y millones de otras secuencias que constituyen un tesoro de secretos filosóficos.

Y arrancaron los debates inacabables. Nadie podía haber previsto la espectacular invasión del debate genético en los medios de comunicación. Con toda esta polémica sobre organismos alterados genéticamente, las especulaciones acerca de la clonación y la ingeniería genética en aumento, la gente reclama el derecho a ser oída. Con bastante razón no quieren dejar estas decisiones en manos de los expertos.

Sin embargo, soy optimista. Creo que el conocimiento es una bendición y no una maldición. En mi opinión, comprender la naturaleza molecular del cáncer, diagnosticar y prevenir la enfermedad de Alzheimer, descubrir los secretos de la historia humana o reconstruir los organismos que poblaron los mares precámbricos son inmensas bendiciones. Es cierto que la genética también conlleva la amenaza de nuevos peligros -primas de seguros desiguales, nuevas formas de guerra microbiana, efectos secundarios imprevistos en la ingeniería genética-, pero la mayoría de ellos, o bien se resuelven fácilmente o son sumamente inverosímiles. De modo que no puedo suscribirme al pesimismo en boga de la ciencia. No puedo entusiasmarme con un mundo que vuelve la espalda a la ciencia abrazando como tabla de salvación a su propia ignorancia.